Las anorexias, las bulimias y la obesidad se han transformado en un campo de estudio específico y con particularidades propias, donde la instancia de la relación con otras disciplinas permite una complementariedad y enriquecimiento que determinan la necesidad de su especificidad.
Son trastornos que en una primera aproximación, a nivel del imaginario social, no revisten la gravedad o la urgencia de otras adicciones con más compromiso social. El riesgo se ubica a nivel del organismo, ya que la ruptura de la homeostasis hoy, se hará sentir en un futuro mediato.
Si pensamos que estos síntomas son un cuerpo que toma la vía de la inhibición de la sexualidad y que llegan a detener una función hormonal, lo que conlleva el borramiento de los caracteres sexuales secundarios constatamos que la extensión del fenómeno obliga a tomar en todo su peso la potencia de su manifestación.
El desborde de estas prácticas constituye un síntoma social, se denuncia un sufrimiento personal y familiar, así como las condiciones del malestar en nuestra civilización. Como todo síntoma tiene también la dimensión singular de lo que tiende a mantenerse mudo, excediendo el plano de las representaciones. El Otro social impone su presencia modalizando las formas que adquiere, es preciso entonces localizar al sujeto en lo que dice y en lo que no se puede decir, en lo que no tiene correspondencia.